Las palabras y las cosas/3

16 de mayo

por Erica Aisa

Contar la vida de alguien nos permite conocer a ese don o a esa doña. Saber que le gustaba, que estudió, que amó, pero también nos permite conocer partes de la realidad que vivió, mover las fechas, volverlas ágiles y no estáticas en un calendario.
También descubrir paisajes y lugares, a otras personas y caminar por algunos países.

Este mediodía, con Ruben Dri, conocimos un poco más al cura Mugica y se pusieron al aire elementos de una Argentina violenta, cargada de muerte.

La misma Argentina que vivió el Monseñor Carlos Horacio Ponce de León en San Nicolás de los Arroyos.
Ponce de León , en 1966 asumió como arzobispo de San Nicolás y allí se vinculó con la lucha de los obreros y se enfrentó a los militares.
Lo llamaron “el cura rojo” y también “monseñor ambulancia” porque solía recoger a heridos en enfrentamientos y atendía a familiares de desaparecidos.
El 11 de julio de 1977, murió en un extraño accidente de auto. Se supo que ese día iba camino a la Nunciatura de Buenos Aires con documentación que había recogido sobre el asesinato de los curas palotinos.
Un año antes, también en un extraño accidente de auto murió el cura riojano, Enrique Angelelli, quien estaba vinculado fuertemente a la lucha de los mineros de esa zona.

En Colombia también hubo un cura molesto. Se llamó Camilo Torres y se convirtió en sacerdote a pesar de la oposición de su padre. También trabajó como sociólogo y profesor.
Se vinculó a movimientos estudiantiles y con campesinos que estaban tomando las armas para luchar.
En 1965 por presiones de los superiores del clero, renunció a ser sacerdote y formó el Frente Unido del Pueblo.
Más tarde se unió al Ejército de Liberación Nacional y lanzó la Proclama a los colombianos, donde manifestó públicamente su decisión de luchar a través de las armas y así se ganó el apodo de “cura guerrillero”.
El 15 de febrero de 1966, murió en su primer combate.

A fines de los setenta, cuando aquí se vivían días de pleno terror, en El Salvador también.
Allí hubo un tal Oscar Romero, un obispo que denunció en sus homilías los atropellos que vivían los campesinos, obreros y sacerdotes.
Denunció públicamente los asesinatos y la desaparición forzada de personas por obra de los cuerpos de seguridad. Y en 1978 publicó una carta pastoral donde afirmó el derecho del pueblo a la organización y al reclamo pacífico de sus derechos.
Dos años después formuló un llamamiento a los hombres del ejército: “Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos. Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia. Cese la represión”.
Al día siguiente, mientras daba misa, recibió un disparo que lo mató.

Por ese tiempo, también en tierras de esta América Central en lucha y sembrada de noches oscuras, aparece en Nicaragua el nombre de Ernesto Cardenal, un poeta y estudioso de las letras que en 1965 se hace cura.
Somoza representaba la negrura más negra y Cardenal pretendió que Nicaragua fuera una tierra justa para habitar y predicó lucha en el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Y además de las armas, empuñó la palabra y la volvió colectiva.
Apenas ordenado como sacerdote, en un lugar llamado Solentiname, llevó a cabo el proyecto de lectura del Evangelio entre los campesinos.


Mugica… Ponce de León…Angelelli…..Romero……Torres….Cardenal… historias unidas no solo por el nombramiento de sacerdotes. Unidas también por realidades injustas y por luchas emprendidas.
Historias, que con más o menos diferencias las une la idea de Revolución.

Curas que pusieron a dios en sus versos, en las armas, en sus cuerpos y en la palabra. Un dios terrenal, sin misterios….que oraba por la revolución.

Conocer la historia de alguien, es más que saber nombres y apellidos y más que conocer fechas de nacimientos y de muertes.
Es también pisar el barro de sus tierras y sentir los dolores y las alegrías que predicaron.

2 comentarios:

  1. Muy buena la reseña . Hoy nadie los mató aún a los curas villeros,pero ya fueron amenazados.Ellos no se paran en una estructura filosófica marxista en el decir, pero en el hacer buscan la liberación integral de la persona y esta praxis es revolucionaria, frente al genocidio de la pobreza y la droga.

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