Gleyzer y el Día del documentalista


El 27 de mayo se celebra el Día del Documentalista, cuando se recuerda la desaparición de Raymundo Gleyzer, por la última dictadura cívico-militar argentina. En Enriqueta se pregunta estaremos con Juana Sapire, sonidista y compañera de uno de los referentes del cine social latinoamericano más talentosos y coherentes.



ENRIQUETA SE PREGUNTA - sábados de 12 a 13
Hacemos este programa: Erica Aisa, Josefina López Mac Kenzie, M. Noel Jolivet y Milva Benitez
Podés escuchar el programa por internet: http://www.radioestacionsur.org/
http://www.enriquetasepregunta.blogspot.com/

Las palabras y las cosas/3

16 de mayo

por Erica Aisa

Contar la vida de alguien nos permite conocer a ese don o a esa doña. Saber que le gustaba, que estudió, que amó, pero también nos permite conocer partes de la realidad que vivió, mover las fechas, volverlas ágiles y no estáticas en un calendario.
También descubrir paisajes y lugares, a otras personas y caminar por algunos países.

Este mediodía, con Ruben Dri, conocimos un poco más al cura Mugica y se pusieron al aire elementos de una Argentina violenta, cargada de muerte.

La misma Argentina que vivió el Monseñor Carlos Horacio Ponce de León en San Nicolás de los Arroyos.
Ponce de León , en 1966 asumió como arzobispo de San Nicolás y allí se vinculó con la lucha de los obreros y se enfrentó a los militares.
Lo llamaron “el cura rojo” y también “monseñor ambulancia” porque solía recoger a heridos en enfrentamientos y atendía a familiares de desaparecidos.
El 11 de julio de 1977, murió en un extraño accidente de auto. Se supo que ese día iba camino a la Nunciatura de Buenos Aires con documentación que había recogido sobre el asesinato de los curas palotinos.
Un año antes, también en un extraño accidente de auto murió el cura riojano, Enrique Angelelli, quien estaba vinculado fuertemente a la lucha de los mineros de esa zona.

En Colombia también hubo un cura molesto. Se llamó Camilo Torres y se convirtió en sacerdote a pesar de la oposición de su padre. También trabajó como sociólogo y profesor.
Se vinculó a movimientos estudiantiles y con campesinos que estaban tomando las armas para luchar.
En 1965 por presiones de los superiores del clero, renunció a ser sacerdote y formó el Frente Unido del Pueblo.
Más tarde se unió al Ejército de Liberación Nacional y lanzó la Proclama a los colombianos, donde manifestó públicamente su decisión de luchar a través de las armas y así se ganó el apodo de “cura guerrillero”.
El 15 de febrero de 1966, murió en su primer combate.

A fines de los setenta, cuando aquí se vivían días de pleno terror, en El Salvador también.
Allí hubo un tal Oscar Romero, un obispo que denunció en sus homilías los atropellos que vivían los campesinos, obreros y sacerdotes.
Denunció públicamente los asesinatos y la desaparición forzada de personas por obra de los cuerpos de seguridad. Y en 1978 publicó una carta pastoral donde afirmó el derecho del pueblo a la organización y al reclamo pacífico de sus derechos.
Dos años después formuló un llamamiento a los hombres del ejército: “Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos. Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia. Cese la represión”.
Al día siguiente, mientras daba misa, recibió un disparo que lo mató.

Por ese tiempo, también en tierras de esta América Central en lucha y sembrada de noches oscuras, aparece en Nicaragua el nombre de Ernesto Cardenal, un poeta y estudioso de las letras que en 1965 se hace cura.
Somoza representaba la negrura más negra y Cardenal pretendió que Nicaragua fuera una tierra justa para habitar y predicó lucha en el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Y además de las armas, empuñó la palabra y la volvió colectiva.
Apenas ordenado como sacerdote, en un lugar llamado Solentiname, llevó a cabo el proyecto de lectura del Evangelio entre los campesinos.


Mugica… Ponce de León…Angelelli…..Romero……Torres….Cardenal… historias unidas no solo por el nombramiento de sacerdotes. Unidas también por realidades injustas y por luchas emprendidas.
Historias, que con más o menos diferencias las une la idea de Revolución.

Curas que pusieron a dios en sus versos, en las armas, en sus cuerpos y en la palabra. Un dios terrenal, sin misterios….que oraba por la revolución.

Conocer la historia de alguien, es más que saber nombres y apellidos y más que conocer fechas de nacimientos y de muertes.
Es también pisar el barro de sus tierras y sentir los dolores y las alegrías que predicaron.

Las Palabras y las cosas/2

9 de mayo de 2009

por Erica Aisa

La cosa viene de años, muchísimos…quizás desde siempre. Opresión….liberación….luchas…..
Palabras que están contenidas en muchas historias, algunas conocidas y otras no tanto. Pero a veces a la historia hay que desarmarla, tomarla de a poco y verla de cerca.

Hoy, entre palabras y cosas, aparece José Gabriel Condorcanqui, mejor conocido como Tupac Amaru II, quien estuvo al frente de luchas independentistas del Virreinato del Perú.

En noviembre de 1780 inició el movimiento militar contra la dominación española y algunos meses más tarde, en la plaza de armas, en Cusco, es decapitado por las fuerzas del virrey.
José Antonio de Areche era el Visitador nombrado por Carlos III y fue quien estuvo ese día en aquella plaza dictaminando juicios, verdades y ordenando la muerte.

"..Al propio fin, se prohíbe que usen los indios, los trajes de su gentilidad, y especialmente los de la nobleza de ella, que sólo sirven de representarles los que usaban sus antiguos incas, recordándoles memorias que nada otra cosa influyen que el conciliarles más y más odio a la nación dominante, fuera de ser su aspecto ridículo y poco conforme a la pureza de nuestra religión….”

“….y también el que usen o traigan vestido negro en señal del luto que arrastran en algunas provincias como recuerdo de sus difuntos monarcas y del día o tiempo de la conquista, que ellos tienen por fatal y nosotros por feliz, pues se unieron al gremio de la iglesia católica y a la amabilísima y dulcísima dominación de nuestros reyes…”

“Del propio modo se prohíben y quitan las trompetas o clarines que usan los indios en sus funciones, a las que llaman pututos, y son unos caracoles marinos de un sonido extraño y lúgubre, con que anuncian el duelo y lamentable memoria que hacen de su antigüedad”

Así lo sentenció Areche ese día, tratando de borrar la historia, los orígenes, porque para él, el inicio era el día o el tiempo de la conquista y entonces prohibir también los colores, las ropas y hasta los sonidos.

Estos instrumentos que según Areche dan un sonido extraño y lúgubre, resistieron el paso del tiempo y también el paso de la conquista. Algunos dicen que es un instrumento para convocar al guerrero y también quienes sostienen que se usa para llamar al grupo.

Cuando estuvo Evo en La Plata, mientras el hablaba de la Nueva Constitución, de Soberanía y de Fundación, se escuchó en varias oportunidades este sonido.
Y sin duda los sonidos también hablan….. Sonidos que dicen palabras fuertes y justas, como las que mencionaba Evo.

Y entonces, este sonido aún hoy, resultara sombrío para algunos, para los que quieren siempre ser dueños del poder.

Las palabras y las cosas/1

2 de mayo de 2009

por Erica Aisa

Las primeras palabras y las cosas, aunque antes hubo otras, como las hay siempre…palabras y cosas…historias que se pueden contar con palabras y rostros que se pueden conocer.

Esta es la historia de una historia…o un pedazo de historia de varias historias…son palabras y cosas….que componen una parte de historia… lo que indiscutiblemente es así porque los hombres y mujeres tenemos palabras.

El escritor John Berger dice que el mundo es indisociable de esos nombres que damos a las cosas o a las acciones, con las que expresamos el dolor y la felicidad y que con las palabras podemos perder o ganar la vida.

Estas palabras.. las de hoy… cuando acaba de suceder otro día del trabajador, contarán un pedacito de historia de una mujer, quien usó las palabras también para luchar.
Su nombre era María Cano, pero se la conocía como la Flor del Trabajo. Nació en Colombia en 1887 y vivió 80 años.

Los datos formales cuentan que era de una familia de clase media y culta. Que se sumó a las luchas de los trabajadores por los años 20, que fundó el Partido Socialista Revolucionario de su país, que estuvo vinculada al movimiento literario de aquellos años y que escribió en la revista Cyrano con el seudónimo de Helena Castillo.

Las palabras pueden ser armas y María Cano las usó en defensa de los trabajadores, se sumó a sus luchas. Los relatos que cuentan sobre ella, rescatan su gran capacidad de oratoria y la atracción que ejercía cuando hablaba.

Palabras dichas y ejercidas, palabras de lucha, que mencionaron justo lo que tenían que decir.
“cinco mil obreros de Barrancabermeja han querido que mi corazón traiga el eco de su clamor de justicia y el anhelo que ponen sus energías en esta hora sagrada. No vengo a pediros un mendrugo, no vengo a pediros misericordia, sino justicia”.

Así, habló ella, públicamente y en voz alta, frente a un juez que dispuso cárcel para los obreros de una compañía extranjera que se habían levantado en huelga.

Para Berger las palabras ponen y quitan y siempre son incongruentes porque nunca encajan exactamente en su sitio. Por eso causan dolor y por eso ofrecen también salvación.

En 1925, La Flor del Trabajo les gritaba a los trabajadores con palabras urgentes que ofrecían salvación:
“¡Oíd mi voz que os convoca y que esos músculos, tensos aún por el esfuerzo del trabajo, esas frentes sudorosas, esos ojos ensombrecidos por la tortura del pensar, sean oreados y fortalecidos por el hálito de libertad!”

Esto es una historia que ocurrió hace años, entre tantas otras. Una historia que rescata a María Cano y con ella nos permitimos retroceder a 1920, entrar en Colombia y vivenciar el gran revuelo de las huelgas y las luchas que sostenían los trabajadores por aquellos tiempos.
Conocer las palabras que se mencionaban y releerlas, decirlas y ponerlas al aire. Porque creemos que las palabras son necesarias.

Porque como sigue contando John Berger, “los hombres no se limitan a horadar las montañas, hablan de lo que hacen. El esfuerzo que les exige su propia vida es, sobre todo, un esfuerzo verbal. Las palabras ponen y quitan. Pueden cercenar la realidad, reduciéndola a una caricatura, pero pueden revelarnos nuestras filiaciones secretas y devolvernos la dignidad”.